Ares no quería irse a dormir anoche. Comenzó a protestar, mientras le ponía el pijama. La protesta acabó en llanto al meterla en la cama.
Como Ares no habla todavía, emplea la sonrisa y el llanto para decirnos lo que le gusta o le disgusta, lo que le apetece o no.
Me metí con ella en la cama (que me perdonen los puristas) y comencé a acariciarle el tobillo. Se estableció entonces un diálogo entre las lágrimas y las caricias, parecido al del niño que no quiere dormir y el padre/madre que trata de explicarle que ya es hora de descansar hasta que acaba convencido por las palabras y el cansancio.
El llanto fue de más a menos hasta desaparecer; y las caricias fueron ganando cada vez más espacio, invitando a Ares a soñar.
Un diálogo distinto. Un diálogo al fin y al cabo.
Put the internet to work for you.
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