Leímos hace unos días un tuit de Belén Jurado (@DeAutismo) que nos golpeó como si nos atravesaran el pecho con una aguja de hacer punto:
El silencio nos invadió con el diagnóstico. Un silencio pesado, de pena. El silencio que se genera tras una noticia devastadora. Un silencio denso, que casi se podía tocar.
Poco a poco fue desapareciendo y sólo quedó el silencio de una niña con TEA no verbal.
Acostumbrados al ruido, el silencio nos incomoda. El silencio asociado a una discapacidad, más.
Con el tiempo aprendes a convivir con el silencio y a interpretarlo. Adquieren entonces mayor relevancia los gestos, las miradas; las sonrisitas, las sonrisas y las carcajadas; el gesto más o menos torcido, la frente más o menos arrugada, las caricias… Hasta que consigues escuchar el silencio. Aunque de vez en cuando, como le ocurrió a Belén, eches de menos las palabras.
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